Aniversario del desembarco de los 33 orientales en Uruguay
Me une con el Uruguay, además del vínculo que tenemos como países, como vecinos. Además del vínculo que tiene la provincia de Buenos Aires que, obviamente, que ahora gobierno, que es la que tiene mayor cantidad de uruguayos dentro del país. Me une también un vínculo afectivo y personal porque vine incontables veces a Uruguay, casi a cualquier tipo de actividad desde congresos, vacaciones, encuentros. Así que, la verdad que me complace mucho poder estar hoy acá, en un momento donde no es fácil, por la situación del país, abandonar el territorio o desentenderse, aunque sea un rato, en una circunstancia realmente bastante peculiar, dinámica, cambiante y, creo yo, que un poco avasalladora. Así que, muy contento de poder dedicar un tiempo a una reflexión más profunda y a una reflexión que se escapa de la coyuntura. Aunque, evidentemente, como se dijo aquí, como lo dijo Gonza, como lo dijo Eber, como lo decía Daniela, obviamente hablar de historia no es otra cosa que hablar del presente, aunque a veces se lo disimule.
Me toca también participar de un evento que habla del 199° aniversario del Desembarco de los 33 Orientales, que decía Eber recién, creo que es algo que muchos aprendimos con un poco de decepción, que no eran ni 33 ni orientales, ¿no? Se nos cayó el mundo abajo porque los 33 orientales tenían que ser 33 orientales. Lo que pasa es que la ventaja que tiene, que aprendí mucho después, es que este episodio -el de los 33 orientales- es parte fundante también de la historia argentina, por supuesto. Parte fundante de la historia argentina y de nuestra provincia de Buenos Aires. Decir que no soy ni historiador, no soy uruguayo, no soy experto en historia uruguaya pero estoy hablando de mi país, de mi provincia y estoy hablando del presente también. Y por supuesto, como decía Daniela, no estamos hablando de historia estamos hablando de lo que sí es mi especialidad en el ámbito académico, que es la economía.
Creo que el subtítulo es muy adecuado, además de dar pie a algunas cosas de las que quiero decir, pero primero vamos a empezar por el episodio histórico. Lo bueno, dentro de esa decepción de que no son ni 33 ni orientales hay algo bueno, que es que algunos de ellos, yo leía por ahí cuatro, pero por la inestabilidad del número no lo sé, son argentinos. Eran argentinos. Sí, más o menos, ¿no? Claro, bueno, pero, algún cordobés, algún bonaerense. Sí, sí, ahora voy a eso. Pero, que estuvieron involucrados también en el proceso, no sólo en este episodio sino en todo el proceso de declaración de la independencia, firmantes de la independencia. Entiendo que había un cordobés, pero cómo sea. Quiero decir que esta época, esta etapa donde ocurre el episodio del desembarco y de la gesta heroica está vinculada, también, esta etapa con una etapa importantísima para la historia argentina. Que fue una etapa, si uno quiere, un poco confusa. Confusa, porque ustedes saben que Argentina luego de su independencia en 1810, ¿no? Luego del 25 de mayo y el comienzo de la gesta libertadora y bueno, de lo que fue el proceso revolucionario, ahí por el comienzo de la década del 20, en este tiempo inicia un proceso que se conoce como la anarquía, ¿no? Que además tiene que ver con la cuestión de la etapa revolucionaria y fundante porque, obviamente, se genera, se produce una guerra civil. O sea, que esta cuestión, lo que ocurre con la Banda Oriental además es detonante, un factor detonante y central para la determinación de los gobiernos argentinos.
Una de las discusiones centrales era el destino de la Banda Oriental en la política porteña, en la política, llamémosla, argentina. Sé que es una licencia, pero de nuestra nación. Y la discusión era cuál iba a ser el destino de esta provincia y yo creo que por tanto, cuál iba ser el destino de nuestro país, cómo iba a estar formado y, prácticamente y particularmente también, cuál iba a ser el vínculo de Argentina como país con las potencias internacionales. Es decir, que esta es la época donde se definen grandes vectores, en el caso de este bicentenario, la independencia de Uruguay y en el caso de Argentina, su ubicación, su inserción en el concierto internacional, su vínculo con el mundo, su vínculo con la región. Es decir, acá se resuelve todos los vectores centrales de lo que nos determina hoy como país, en ese momento. Y es protagonista de las discusiones en, aun en momentos de anarquía, momento de dificultades, porque esta es una etapa -del 20 al 30- que desemboca en el gobierno de Rosas y que como se ve, y como nombraba Eber, ya lo tenía a Rosas como protagonista y financiando la expedición, entre tantos, los Anchorena, etcétera, grandes hacendados que financiaron la expedición de los 33 Orientales, la gesta.
¿Por qué me importa esto? Porque queda claro que Argentina y Uruguay desde su origen, desde el momento inicial, desde que no eran los países sino provincias de un mismo proyecto de país, desde aquel momento están inexorablemente atados. Eso es lo que me interesa decir. Que no hay momento en toda esa historia posterior, pero menos todavía en el momento fundacional, en que uno pudiera hablar de que hay una distancia, una diferencia o una ruptura, un aislamiento o una autonomía. No la hay. El Río de La Plata conforma una región, conforma una parte del mundo que tiene un destino común y que tiene un origen común en la situación actual. Lo marco de esta manera porque para Argentina y para la provincia de Buenos Aires. La provincia de Buenos Aires, nosotros festejamos hace poquito nuestros 200 años, que no son los mismos 200 años de la Argentina. Nosotros consideramos el 20 como la fundación de nuestra provincia como tal porque involucra la separación de la provincia de Buenos Aires y un poco la disgregación nacional. Pero en esa disgregación nacional se funda nuestra provincia y adquiere una verdadera identidad propia.
Marco este elemento porque historia argentina o historia uruguaya, historia bonaerense, historia nacional e historia uruguaya tienen una misma fundación, es un mismo proceso. Que uno lo podría asociar, obviamente, a lo que ocurre con el Virreinato del Río de La Plata, con lo que ocurre con la emancipación americana en general. Pero creo que hay una particularidad entre Argentina y Uruguay, que es esta que marcaba, la discusión en aquel momento no era tanto la independencia uruguaya sino, más bien, cómo sacarse de encima el influjo de Brasil, del Imperio de Brasil. Y en ese proceso, visto y lo digo desde la visión de nuestro país, en ese proceso en lugar de consolidar una unidad que incluya a la Banda Oriental como provincia, lo que pasa es que se rompe y se pierde esa unificación anterior.
Fundamental, fundamental lo que dijiste en el último comentario. Porque tiene en esto que ver Ponsonby, tiene que ver el Imperio… las luchas europeas. Es decir que el mapa de América Latina y el mapa del Río de La Plata estuvo influenciado por intereses muy poderosos que buscaban determinada configuración.
En ese sentido, hay una frase de Perón que se repite mucho pero se ejercita poco, que dice que toda la política en realidad es política internacional. Y creo que hay que llamar la atención sobre esto porque a veces es más fácil verlo en perspectiva que detectarlo en el presente. Aquí la propia independencia uruguaya, cómo se resuelve el problema que para Argentina era el problema de la Banda Oriental, y entre aquellos como Rosas que tenían una preocupación con el destino y la suerte de aquella provincia entonces, lo que expresó para la historia nacional Urquiza y los rechazos a Urquiza, contra una mirada más unitaria, no federal, donde en ese federalismo estaba incluido, también, lo que ocurría en el actual Uruguay. Y una mirada centralista, que era una mirada además, lo voy a decir así, extranjerizante.
Yo creo que si uno plantea de esta manera estos factores que determinaron el acontecimiento histórico del que estamos hablando, pero que determinaron el proceso también, si uno lo mira de esta manera, la verdad que no hay ninguna novedad. Cuando discutimos el Canal Magdalena, cuando discutimos la Hidrovía, cuando discutimos la cuestión del Puerto de Montevideo vis a vis el Puerto de Buenos Aires, cuando discutimos Malvinas, cuando discutimos la instalación o posible instalación de una base norteamericana en la Patagonia argentina seguimos discutiendo lo mismo. Y visto así, en ese gran teatro y en ese gran relato, la verdad que las cuestiones domésticas, las internas partidarias, que uno podría decir ‘ah, está hablando de Uruguay’ y estoy hablando de Argentina, las situaciones coyunturales, todo eso se nubla, se opaca y pasa a un segundo plano.
Esa otra yo llamaría que es la otra gran historia. La de las configuraciones geopolíticas, la de las determinaciones de matrices productivas internacionales y, finalmente, desde ahí, lo que ocurre en cada país, los hechos históricos, lo nacional, las especificidades. Todo eso se vuelve, prácticamente, una cuestión anecdótica y de detalle.
Así que es está muy bien puesto el título, porque el problema acá, que surge cuando uno quiere narrar, aun si fuera dentro de su propia lógica, los hechos emancipadores de cada uno de nuestros pueblos, lo que encuentra inmediatamente es el juego de intereses internacionales, de intereses económicos, de sus representaciones internas y, a veces, de fenómenos, hechos y decisiones de origen y motivos inconfesables. Por eso, yo creo que la gesta y el hecho de que de la participación, hoy llamaríamos, binacional en el proceso de independencia uruguaya, creo que sobre lo que tiene que llamarnos la atención es cómo hacemos para que no nos presenten siempre el tablero dividido y los problemas aislados. Donde las problemáticas nacionales, las problemáticas coyunturales no se lleven todo el protagonismo cuando uno está pensando, sobre todo, la dirección y el rumbo que quiere tomar en cada una de las decisiones.
Obviamente que se presta para eso una charla de esta naturaleza, un debate en el Parlamento y en este entorno, pero a veces el día a día y el trajín hace que lo perdamos de vista. Por eso estoy trayendo, obviamente, la historia, lo internacional como factores centrales para comprender el presente y para diseñar el futuro. Y para diseñar el futuro. Porque creo que ahí está la cuestión. Cuando uno observa lo que está ocurriendo hoy a nivel mundial, las guerras. Cuando está observando y se pregunta, seguramente en la línea de quien fuera tu maestro, Vivian Trías, ¿Por qué hay guerras? ¿no? Que vos decías, ‘bueno, acá para que ocurra este episodio o para que haya una guerra tiene que haber una cuestión resuelta o determinada en lo económico, tiene que haber recursos’. Que después uno se para en las escenas de heroísmo y en las decisiones que tienen lugar, o como vos decías ‘el honor’. Pero saben que no hay expresión de ese honor sin los recursos y entonces uno se pregunta los honores actuales, los honores de hoy que mueven acciones, qué recursos están expresando también, ¿no? ¿Qué recursos están manifestando?
Hoy tenemos un mundo que está en un proceso de transición, tenemos un mundo que, después sobre todo de lo que ocurrió en Ucrania, de lo que está ocurriendo también hoy en Medio Oriente tiene, cualquiera que lo negara, que rendirse ante la evidencia, que está habiendo un enorme cambio de etapa, un determinante cambio de etapa. Por eso, me parece que si uno lo tuviera que expresar de manera caricaturesca, posiblemente falsa, probablemente un poco ingenua, hay intereses que durante todos estos 200 años han buscado dividir a las naciones de la región y a las, particularmente, las del Río de La Plata. Han buscado dividir. Han trabajado para dividir. Y yo creo, tomando acá lo de Daniela que en realidad es imposible, imposible, plantear, reflexionar, pensar, construir, formular un programa, un plan, una plataforma, una idea, siquiera una dirección para las problemáticas nacionales de manera separada y divorciada del internacional y regional. Lo digo de una manera más simple. Me parece que si uno tiene que, hoy, en Argentina o en Uruguay, discutir de cara a la sociedad qué es lo que quiere hacer con su país, no tiene otra, si lo quiere hacer de manera seria y de manera profunda, que expresar y manifestar qué es lo que pretende hacer con la región, cómo se inserta ese proyecto nacional dentro de la cuestión regional y de la cuestión sudamericana y latinoamericana. Cada episodio de nuestras historias paralelas, cada episodio de nuestra historia paralela demuestra que esto es cierto, que no hay proyecto nacional sin proyecto regional. Y que cuando esto no se expone y no se expresa y no se ilumina, entonces hay, en general, implícito, un proyecto regional, un de inserción internacional y determinados intereses en puja que, cuando no se expresan y no se explicitan, muchas veces podría decir uno ingenuamente que es porque no se conocen, pero yo creo que lo que está pasando es que son inconfesables, que no se pueden contar.
Ahí es donde me parece que esto toma total vigencia y particular actualidad en la coyuntura, por lo menos para el caso de Argentina. En el caso de Argentina se ha visto de manera un poco sorprendente, y un poco bizarra, si me permiten decir, un proyecto de integración de Argentina dentro del contexto internacional que bueno, que es bastante, diría yo, polémico por no decir disruptivo y por no decir catastrófico. Que además está enteramente disociado de la historia argentina, por lo menos en su manifestación y en la forma en la que se cuenta, que tiene algunos episodios, nosotros lo tuvimos en los ‘90, una suerte de alineación automática, se llamó entonces, relaciones carnales, particularmente con la que entonces era la principalísima potencia mundial, la única, en un momento donde se inicia, en realidad la hegemonía norteamericana que algunos la han denominado una etapa imperial para volver a Trías ¿no? Pero solamente, que yo recuerde una vez en la historia reciente y bastante dramática también, se planteó un alineamiento y una subordinación tan directa y automática con intereses extranjeros, en general, y con los intereses norteamericanos, en particular.
Posición o situación que nos pone de testigos y, para colmo, de protagonistas de toda esta historia. Y que los hechos de la década del ‘20, del siglo XIX, bueno, le dan incluso la lente de los hechos históricos ocurridos durante el siglo XIX, durante las etapas de la independencia, nos proporcionan una lente para comprender de qué se trata ese proyecto, que parece nuevo, original y a veces absurdo, pero que en realidad forma parte de una tradición, que de manera a veces subrepticia, a veces invisible pero siempre presente, actuó en las dinámicas nacionales como una fuerza, particularmente centrípeta, de división, de división. Hoy obviamente yo no vengo a revisar, ¿no? lo que ocurrió en aquel momento que buscábamos unir a provincias del Río de La Plata y terminamos siendo dos países distintos. No lo vengo a revisar, no lo vengo a calificar, lo que sí digo es que una división, una división de límites, una división geográfica, una división también que tiene elementos culturales, históricos, todo lo que quieran, pero que me parece que a veces predomina sobre lo que está contando esta historia, que es un destino en común. Un destino en común. Y allí es donde, indudablemente, planteado como un programa, un plan de acción, de políticas, reaparece esta cuestión que se planteó en aquella época como la unidad latinoamericana o la integración internacional, la integración regional. Y el Mercosur y todo aquello. A mi me parece que el enfoque de integrar, de integrar y buscar esa integración, el movimiento comercial o el monetario, bueno como se conoce modernamente en la fase de la globalización los procesos de integración. Es, por lo menos, insuficiente. Y está manifestado en lo que estamos hablando ahora.
El problema no es cómo juntar externamente dos cosas separadas, sino cómo encontrar, cómo hacer aflorar aquello que indisolublemente nos une y que falta desarrollar y que falta incentivar y que falta profundizar más. Es ahí donde a mí me parece que, esto traído a la situación actual, se presenta como un debate entre aquellos que quieren, bueno, subordinar los intereses nacional a intereses no sólo externos sino particularmente de potencias extranjeras, y aquellos que buscamos un proceso de integración latinoamericana aún como base para encontrar vínculos, articulaciones y conexiones con las grandes potencias. Y esto también divide, tradiciones y posiciones políticas.
Pero mi punto central es que para Argentina no hay otra posibilidad y otro futuro, para todo aquello que por lo menos desde nuestra posición política, anhelábamos, creemos y por lo que construimos y peleamos que es el crecimiento pero con distribución y la libertad pero con igualdad, obviamente la autonomía, la independencia económica, la soberanía política, la justicia social. Nuestras grandes banderas no tienen ninguna posibilidad de éxito si no es bajo un proyecto de unidad latinoamericana. Que llamo deliberadamente no integración regional sino unidad latinoamericana. Y que ha habido intentos, y acá una nota personal porque políticamente, en Argentina la cuestión de la unidad latinoamericana se ha vuelto una especie de tema en la década de los ‘90 y hasta el 2000, se había convertido en una especie de cuestión nostálgica, de temas musicales y de fogones de amigos. Pero había perdido actualidad. Y creo que hubo un renacer con los vínculos que se forjaron entre el Frente Amplio y los gobiernos peronistas, kirchneristas, lo que ocurrió también en Brasil, lo que ocurrió en buena parte de Latinoamérica que le devolvió actualidad y que además puso, de alguna manera, en el caso de Argentina con lo del rechazo del ALCA, de la integración al ALCA de Argentina, que puso además, de manifiesto, que puso de manifiesto no sólo su actualidad, sino su necesidad para el desarrollo nacional. Rompiendo un poco la idea de que cada país tiene que tener su desarrollo nacional con prescindencia de lo que ocurre alrededor y, más bien, en competencia con lo que está pasando alrededor.
Y ahí creo que se abre todo otro debate que, por supuesto, no vamos a poder desarrollar acá, pero que para mi es importante en la actualidad y en el presente, porque uno diría que todo se reduce a ver si el Mercosur fracasó o no fracasó, si lo sostenemos o no lo sostenemos. Y ahí se van expresando de manera a veces desprolija y a veces anecdótica, posiciones políticas con respecto a si el Mercosur estuvo bien o estuvo mal, si romperlo o no romperlo, si cada uno debe cortarse solo o mantenerse adentro del Mercosur. A mí me parece que lo central para marcar es que el Mercosur, como proceso de mercado en común, o de aranceles comunes, ni siquiera de mercado común fue desde el comienzo, no por cómo seguramente lo diseñaron en la cabeza, haciendo una suerte de seguidismo, tal vez la unificación europea, no por eso, pero lo fue en la práctica, no un proyecto desde su inicio, desde su origen, insuficiente, limitado y por lo tanto, también, que no podía salir bien. Esto no quiere decir que uno esté a favor o en contra del Mercosur o de algún momento en la historia del Mercosur. Lo que sí tenemos que decir, sin lugar a dudas, es que esa integración, si se plantea como una integración a través del mercado y por vías arancelarias o por vías de espacios comunes de acumulación, está condenado a que sea un proceso de integración liderado por intereses particulares, privados y empresariales. Ese fue el problema que tuvo el Mercosur. Ese fue el problema. Que era una integración, entre países, liderada por empresas, muchas veces trasnacionales, que necesitaban o protección o movilidad de capital o trabajo o de bienes entre las fronteras. Es decir, que el Mercosur terminó siendo, no hablo del espíritu ni del diseño, digo lo que ocurre, un problema entre empresas. Y a mí me parece, y esto lo digo porque acá me acompaña Augusto Costa que fue Secretario de Comercio, Carlos Bianco que fue Secretario de Relaciones Internacionales de la Cancillería argentina, o sea que llevaron el Mercosur. Y yo Ministro de Economía de Argentina. O sea que yo creo que el gran desafío, retomando raíces históricas, retomando experiencias nacionales, retomando problemáticas profundas y procesos largos, el desafío es poder plantear propuestas de cara a la sociedad, proyectos nacionales, planes nacionales de desarrollo, planes nacionales de ampliación de derechos que no estén abstraídos, que no estén separados y sobre todo que no prescindan, y si podemos, que no le resten protagonismo al problema de la integración latinoamericana. Sino que el punto de partida sea el proyecto de integración regional. Y lo voy a decir con toda claridad. Nosotros que defendemos la industrialización en la Argentina, de la industria argentina y la industria nacional, tenemos muy en claro que el futuro, la proyección, es más, la posibilidad de una industria nacional está absolutamente atada a la cuestión de la integración regional. No hay industria argentina sin integración regional. No hay industria argentina sin unidad latinoamericana. Esto mismo lo podría decir en la cuestión energética, en la cuestión tecnológica, en las comunicaciones. Y no con una mirada de mercados sino con una mirada de tradiciones, de historia y de pueblos. Y lo que muestra este episodio, para terminar, es que somos dos países pero somos el mismo pueblo. Y en ese sentido, creo yo que tenemos una obligación, que tenemos una obligación que es que frente a las miradas unilateralmente financieras, o unilateralmente nacionales, o unilateralmente llamémoslo dogmáticas, con respecto a qué hacer o cuál es el proyecto de país, las fuerzas políticas progresivas, las fuerzas políticas populares, las fuerzas políticas acá se llamarán de izquierda, en Argentina se llamará el peronismo, pero tenemos la obligación de poner estas cuestiones profundas dentro de la agenda política. Aunque sea más engorroso, aunque sea más trabajoso, aunque nos vuelva, a veces, un poco más aburridos y tal vez, largo, creo que somos los únicos que lo podemos hacer y tenemos la obligación de hacerlo.
Por eso yo me llevo de acá la idea de que tenemos que tener una agenda de trabajo con respecto a la unidad latinoamericana, mal llamada integración regional. Y esa agenda de unidad latinoamericana, que es por supuesto una agenda política, es una agenda de vinculación y por eso el agradecimiento, pero es también una agenda de planificación del desarrollo que necesita, inexorablemente, estar coordinada, estar dialogada y estar articulada desde las diferentes experiencias nacionales. Así que dicho esto, agradezco de nuevo y llevo varias cosas anotadas para pensar y reflexionar y espero haberle dejado a ustedes algún apunte para que sigamos trabajando juntos. Muchas gracias.