Jornada de Trabajo de Desarrollo Productivo en Paraná, Entre Ríos

Buenos días a todos y a todas. En primer lugar, agradecer al CFI, agradecer a Rogelio, al Gobierno de Entre Ríos por esta invitación. Agradecerle, también, a los gobernadores, a nuestros colegas gobernadores, a sus gabinetes, sus ministros por hacerse presente, al público, al sector privado, a los funcionarios que hoy participan de este encuentro.

Voy a ser muy breve. En primer lugar, decir que le asigno, le otorgo a este encuentro, como fue la saga de encuentros anteriores vinculados a la confección de una agenda federal, de una agenda que surge de las necesidades de las provincias, le otorgo muchísima importancia. Muchísima importancia en general, en cualquier época histórica, particularmente en la situación actual, mundial y nacional, una importancia tal vez mayor por contraste, ¿no? Tal vez mayor por contraste.

Me comprometí a no ser demasiado polémico, pero quiero decir que hay ciertas cosas que la Argentina de hoy necesita imperiosamente como, por ejemplo, una discusión de fondo, una discusión federal, una discusión inclusiva, una discusión que abarque sector público y sector privado acerca de cuál es la orientación que debe tomar el desarrollo argentino, la estructura productiva argentina, la matriz que vamos a tener en el país en una coyuntura, digamos, tan incierta, tan inesperada, tan novedosa.

Entonces, evidentemente, esto hay que resolverlo discutiendo, pensando, analizando, aportando de manera democrática, de manera participativa, de manera federal. Cualquier otra búsqueda de solución va a ser un fracaso y no va a ser una solución. ¿Por qué digo esto? Porque hoy estamos en un mundo que viene cambiando hace tiempo, pero que últimamente, sobre todo con la aparición de Trump y su política arancelaria, está mostrando novedades, un vuelco. Algo, para muchos, inesperado.

Yo les quiero decir que durante mi época de formación como economista, cuando hice la licenciatura, el doctorado, décadas de los 90, etcétera, el libre comercio era un mandamiento a escala internacional. Era parte constitutiva de la globalización. Era el ABC de cómo había que conducir la política exterior de cualquier país. Y ese discurso emanaba principalmente de los centros económicos y políticos, geopolíticos mundiales, particularmente de Estados Unidos. Había un mandamiento que es ‘abrirás tu comercio, no pondrás restricciones’, particularmente, con especial énfasis en la política arancelaria.

Poner aranceles era la mala palabra, era una herejía y lo fue durante muchísimo tiempo. Eso pregonado por los organismos multilaterales de crédito, por el pensamiento económico dominante que se enseñaba y aún enseña en las universidades. ‘Los aranceles están mal’, ‘las guerras comerciales están mal’, ‘el proteccionismo es un espanto, es artificial y es un desastre’. Así se conduce el mundo, si tenemos que decirlo de una manera sintética y simplificada, desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Es más, las instituciones de Bretton Woods, es decir el orden económico mundial, surge, en buena medida, para evitar las guerras de monedas, las guerras comerciales, las guerras competitivas entre países a las que se le atribuía ser la causa última y el origen de la Guerra Mundial, particularmente de la Segunda. Entonces era nunca más proteccionismo, nunca más aranceles. Bueno, ese mandato, debemos decir que durante todo ese tiempo, ese largo período, si bien era el pensamiento convencional, fue incumplido. Era un mandato, era una instrucción, pero fue incumplido, particularmente por los países centrales. Los países centrales tenían políticas proteccionistas. Europa tenía políticas proteccionistas. Estados Unidos, acá hay anécdotas que alguno recordará con los limones o con la carne o con diferentes elementos, la manteca, los lácteos, que eran muy difíciles de colocar en mercados de países centrales. Pero la forma en la que esto se hacía era a través de métodos subrepticios, maquillados, vergonzantes y, por decirlo así, para-arancelarios. No se podía exportar porque se le encontraba determinada, determinado tipo de enfermedad o de peligro que tenía que ver, no con una cuestión restrictiva de cuidar el comercio, proteger lo propio, sino con alguna otra cuestión. Pero en el fondo había un proteccionismo latente.

Lo que ocurrió últimamente es que esto salió del cofre, se abrió una caja de pandora con lo de Trump. Y Trump acaba de señalar que su principal política exterior es proteger la industria local a través de aranceles. Digo, todas herejías, todas malas palabras del vocabulario económico de las últimas décadas largas, casi de un siglo de política económica internacional. O sea, que estamos ante un cambio de paradigma, estamos ante un cambio histórico, pero que tiene un factor común, un factor común en todos los países del globo. Me animo a decir en todos los países del globo. No quiero ser despectivo, menos uno, ¿no? Pero en todos los países del globo. No hay líder mundial, no hay presidente, no hay bloque de países que no tenga como objetivo, en la coyuntura actual, defender la producción nacional, defender el trabajo nacional.

Los aranceles de Trump, algunos estarán más de acuerdo o menos de acuerdo con la decisión, con la política en general y con Trump en particular, pero hay algo en lo que todos tenemos que estar de acuerdo. El objetivo, el discurso con el que establece una política que hasta hace poco estaba prohibida por el propio Estados Unidos, rompe todas las reglas de la OMC, viola los principios, casi las buenas costumbres que estaban establecidas a nivel mundial. ¿Con qué objetivo? Defender la producción y el trabajo nacional. No está discutiendo si eso es más competitivo, si es… Ni siquiera está discutiendo tan claramente hacia dónde la va a orientar: defender la producción y el trabajo nacional.

Le voy a decir distinto, reindustrializar Estados Unidos, que Trump denuncia que se desindustrializó por un proceso de relocalización internacional de la producción, principalmente de los países asiáticos, principalmente en Oriente, principalmente en China. Pero hoy el clima que se respira a nivel internacional es ‘defendamos lo nuestro’. Acá hubo un autor que también fue discutido, muchos sabrán, otros no, Raúl Prébisch, que hablaba de ‘vivir con lo nuestro’, pero más allá de la autarquía económica, cuidar lo nuestro, cuidar lo que tenemos, cuidar las industrias que tenemos, cuidar los sectores que tenemos, cuidar los puestos de trabajo. Es un imperativo mundial. En todo el mundo, me animo a decir, trato de no exagerar y de no maltratar a nadie, menos un país que es la Argentina de la actualidad. Donde eso no forma parte, cuidar los puestos de trabajo, cuidar las industrias existentes, mejorarlas por supuesto, mejorarle la competitividad, darle instrumentos de inversión, todo lo que uno quiera agregar que se va a hablar hoy aquí. 

Pero acá, en la Argentina, tenemos una política económica que está en las antípodas de esto. Pareciera que la producción nacional, el trabajo nacional, lo que hacemos en la Argentina, en la provincia de Buenos Aires, que es la principal provincia industrial y también agrícola de la Argentina. O sea que… Pero no hay unas políticas de cuidado de eso. No digo proteccionismo, como hay en otros países ya abiertamente, pero es al revés. Hemos visto ir a buscar tratados de libre comercio en esta coyuntura que está a contramano de lo que está ocurriendo a nivel mundial.

Así que a mí me parece que, dos cuestiones, para ser muy breve. Una, ¿qué está en riesgo? Bueno, lo que están cuidando todos los países. En esta etapa, se han perdido 13.000 empresas, 440.000 puestos de trabajo entre formales e informales. Son números realmente excepcionales, por lo malos, en una perspectiva histórica muy larga y estamos perdiendo, y están en riesgo, ramas enteras de la producción en la Argentina. 

Por eso, por supuesto que hay muchísimas discusiones para dar sobre el tema del desarrollo productivo. Yo quería dejar en claro que hoy el mundo está viendo cómo cuida lo que tiene. Yo llamo, y creo que comparto con buena parte del auditorio seguramente, y particularmente con quienes tenemos hoy la responsabilidad de gobernar, la necesidad de cuidar fuentes de trabajo, cuidar empresas, cuidar industrias, cuidar capacidades propias. Mejorarla sí, modernizarla sí, hacerla más competitiva, por supuesto, en un mundo que hoy se está cerrando al comercio internacional de forma muy veloz y muy llamativa. Pero aún así, uno dice siempre hay que mejorar. 

Ahora, destruir, creo que no puede ser la idea de nadie. Y ahí quería marcar una luz roja, un peligro. En las provincias nuestras está habiendo muchos problemas con la estructura productiva por el daño que está generando una política contraria, de no cuidado, de no respeto, de no acompañamiento. Por eso el Gobierno nacional no tiene en su agenda ni la palabra producción ni la palabra trabajo. Tiene otras palabras, pero estas dos no. 

Así que yo celebro, por supuesto, que lo estemos hablando, segundo, metodológicamente y sobre otras discusiones. Decía Ignacio, recién, que debemos estar de acuerdo, o hay consenso con determinadas cuestiones, hay acuerdos, hay consenso. Me parece que entre algunos sí y otros no, que no son universales. Yo creo que hay ciertas antinomias, llamadas históricamente antinomias, dilemas, contradicciones, que deberíamos revisar de nuevo. Una de ellas es si Argentina tiene que ser un país primario o tiene que ser un país industrial. Yo no creo en esa antinomia, tienen que ser las dos cosas. Y también minero. Y también petrolero. No tenemos necesidad. Nadie discute en esos términos. A veces, la discusión en la Argentina se da por una discusión de extremos, y entonces es falsa e inconducente. Porque ni tiene que ser todo industria, ni tiene que ser todo agro, ni tiene que ser todo minería. Tiene que ser todo. Si tenemos capacidades mineras, riquezas mineras, tenemos que poder agregarles valor e industrializarlas en la Argentina. Me parece que ahí hay un acuerdo, pero lo mismo pasa con la producción agropecuaria. 

Entonces, bueno, cómo industrializar nuestros recursos naturales es una discusión de la agenda de desarrollo productivo. No es la discusión de la coyuntura de hoy. Yo celebro que sea una discusión de quienes tenemos la responsabilidad de tratar todos los días con empresarios, con productores, de recorrer nuestra Provincia y ver que estos son los dramas que hay. 

En segundo lugar, aparece otro dilema: todo Estado o todo mercado. Hoy, aparentemente, el punto de vista ideológico del Gobierno nacional es todo mercado y nada Estado. Acá estamos discutiendo planificación. Planifican las empresas, planifican las familias, planificamos los individuos, qué vamos a hacer las próximas vacaciones, dónde vamos a ir, a dónde vamos a ir los que tenemos hijos, a qué escuela, a qué colegio, los pibes, qué van a estudiar, cómo lo van a hacer. Los únicos que parece que no pueden planificar son los Estados. Y es mentira. Todos nosotros, que tenemos responsabilidad de gobierno, tenemos la obligación de planificar. No se puede vivir en el instante, no se puede vivir en el presente y nada se resuelve en un segundo. Así que la tarea de gobierno es una tarea de planificación. Y me parece que, en ese sentido, y la presencia del sector público y privado es un acierto. Porque acá no venimos a decidir si queremos todo público o todo privado. Eso es una fantasía, no existe en ningún lugar del mundo ninguno de esos modelos. Ni el todo público ni el todo privado. Ni los que destruyen todo el Estado ni los que estatizan todo. Ni siquiera los países como China, que hoy tienen un sistema planteado de una manera distinta. Ni siquiera. Son todas empresas privadas. Entonces, no tenemos que discutir esas cosas. Me parece que meterse en falsos dilemas nos quita de la realidad y del presente. Y al quitarnos de la realidad y del presente, terminamos discutiendo cosas que nos son abstractas y a veces ridículas. Pararnos en el presente es cómo fortalecemos nuestro sistema productivo. Cómo conseguimos más trabajo, de mejor calidad y de mejor salario. Tampoco tenemos que discutir si es todo exportación o todo mercado interno. Claramente son los dos. 

Entonces, me parece que rompiendo esas antinomias falsas podemos discutir un poco qué país necesitamos. Quienes tenemos responsabilidad de gobernar las provincias en esta coyuntura internacional a la que me referí, nacional, vemos que estamos en momentos decisivos. Y yo creo que esas decisiones no se pueden tomar a la ligera. Rifar nuestras empresas, rifar nuestras industrias, abrir nuestros mercados al dumping en medio de una guerra comercial no es buena decisión. 

Entonces, yo lo que creo es que es muy acertado y es el CFI el lugar donde los gobernadores, gobernadoras, donde todos los que tenemos responsabilidades territoriales, reales, cotidianas y diarias, tenemos que venir a discutir, ser muy sinceros, ser muy honestos, expresar diferencias también, pero ver si podemos llegar a acuerdos. Ese acuerdo tiene que estar articulado en una agenda de desarrollo. No puede ser una agenda macro de corto plazo. Tiene que ser una agenda de desarrollo. Así que, muchísimas gracias.